lunes, 7 de julio de 2008

Dios tiene mano izquierda

La misma tarde que compré mi Cristo, le pregunté al anticuario dónde estaría el brazo derecho.

- ¡Oh, imposible encontrarlo! (me contestó). Y no crea usted que no revolvimos ya todo el pajar en donde estaba tirada la imagen mutilada. Encontramos, eso sí, la pierna izquierda y se la pegamos pero de la mano derecha ¡Ni rastro!

El anticuario no sabía Señor por dónde andaba tu mano derecha, pero Tú, Tú sí que lo sabes, la estás desclavando continuamente y se te escapa siempre. No, no me extraña que no la tengas, anda por ahí, invisible pero eficaz. ¡¿Quién no siente de vez en cuando, el suave roce de la mano llagada de Cristo?! Esa mano invisible que, sin llamar a la puerta, se mete en todas partes; en el hospital, en el lecho de muerte, en la oficina, en el despacho, en la fábrica, en el cine, en el teatro. Se cuela de puntillas como una ráfaga luminosa y musical. No podemos dar un paso por la vida sin tropezar con la mano de Dios. Pero tú, Cristo mío roto, sólo tienes mano izquierda.

Y me imaginé que decía, después de sentir que mi Cristo sonreía silencioso: “Qué poco y mal me conocéis, ¿Qué sería de vosotros los hombres si yo no tuviera mano izquierda?, La tengo, pero no para evitar que me crucifiquen, sino para conseguir que mi padre no os condene, Yo no uso mi mano izquierda para salvarme de la cruz, sino para salvaros del infierno, ¿Lo comprendes ahora?”

Toda la aventura trágica y divina de nuestra vida, está en dejarnos guiar por las manos de Dios. Pero hay en nosotros un elemento difícil, esquivo, peligroso: la libertad. Y Dios la respeta misteriosamente, infinitamente. Para conquistarnos dispone Dios de dos manos, la derecha y la izquierda que representan dos técnicas y dos tácticas. La mano derecha; es clara, abierta, transparente, luminosa. La mano izquierda busca atajos, da rodeos, es cálculo, diplomacia, no tiene prisa, si es necesario actúa a distancia y finge la voz, pero aunque izquierda no es maquiavélica ni traidora, porque la mueve el amor.

Para cada alma Dios tiene dos manos, pero las emplea de modo distinto porque todas las almas son diferentes. Con la derecha, como a palomas blancas o a ovejas dóciles, Dios guiaba a Juan Evangelista, a Francisco de Asís, a Juan de la Cruz, a Francisco Javier, a las dos Teresas. Para conquistar a Pedro, a Pablo, a Magdalena, a Agustín, a Ignacio de Loyola, Dios tuvo que emplear la izquierda. Ante la mano derecha, se rebelan, entonces entra en juego la izquierda, busca un disfraz y se trueca en rayo, en bala, trata de ser freno que nos detenga, quiere alzarnos del barro en que caímos, se nos mete en el pecho para ver si logra ablandar nuestros corazones. Sus recursos son infinitos, hoy la disimula con modernos y actuales disfraces, es el ser más actual.

¡Se rompe una presa que arrastra mis fincas! Tengo un descuido inexplicable en el trabajo, y la máquina me siega un brazo. Íbamos en coche a 100 por hora, nos salió inesperadamente un camión, murieron en el acto mi mujer y un hijo, y quedé solo en la vida. Jamás he tenido una enfermedad, pero me dice el médico que tengo algo incurable.

Ante la mano izquierda de Dios, la primera reacción es un grito de rebeldía y desesperación, olvidamos la presa, el coche, el traidor, la muerte, porque adivinamos que ellos no tienen en definitiva la culpa, presentimos a Dios como responsable de ese dolor, que por ser tan terriblemente profundo, no puede venir de las criaturas y lógicamente nos encaramos a Dios. ¡Le gritamos, le emplazamos, le protestamos, le exigimos, le desafiamos, le condenamos! ¡PADRE, SI FUERAS PADRE, NO ME TRATARÍAS ASÍ! Gritamos, protestamos, nos rebelamos y luego… nos quedamos solos. Y vienen las primeras lágrimas nerviosas y quemantes, y sin darnos cuenta, la primera oración. Volvemos a protestar contra Dios, contra nuestra primera oración. Sucede el cansancio, las lágrimas ya son más serenas, ya rezamos sin protestar, tenemos ganas de besar algo, ¿Qué? Oh sí, eso, ya lo encontramos, un crucifijo, y con un beso le decimos a Dios, que está bien lo que Él disponga, terrible, violenta, dura, implacable, pero bendita mano izquierda de Dios. Se formulan absurdas expresiones: “Bendita presa que se rompió, arrasó mi fábrica, pero me acercó a Dios, yo andaba muy lejos de Él”.

Cristo mío roto, te lo digo en nombre mío y de todos, porque todos somos valientes para pedírtelo desde ahora: Señor, si no basta para salvarnos la ternura de tu mano derecha, desclava tu izquierda, disfrázala de lo que quieras: fracaso, calumnia, ruina, accidente, muerte. Cristo, que seamos hijos de tu mano, de tu derecha o de tu izquierda.

A la cabecera de tu cama, amigo, o en tu mesita de noche, tienes un Cristo clavado en la cruz, ¿Por qué esta noche, antes de acostarte, no le besas la mano izquierda? Dios sabrá compensarte ese gesto de valor y resignación cristiana.

(Mi Cristo Roto, del Prbro. Ramón Cué)

Anoche, aprovechando que se había cortado la luz y que no había nada que me distrajera, retomé la lectura de Mi Cristo Roto, libro que llegó a mí gracias a mi tío Jorge (que no es mi tío de sangre, pero es casi como si lo fuera). Causalmente, había abandonado la lectura del libro hacía poco menos de un mes justo al principio del capítulo que posteé hoy.

Anoche, a pesar de que se había cortado la electricidad, jamás vi tanta Luz. Yo venía puteando porque en casa se había cortado la luz durante todo el día... no imaginaba que al acostarme iba a volver a enceguecerme la Luz de Cristo, tan hábilmente disfrazada en las palabras escritas por el Padre Ramón Cué. Huelga decir que durante la lectura del texto en cuestión no paré de llorar, y que al finalizar, tuve uno de los díalogos más sinceros y más conmovedores con mi Amigo, con ese Cristo al que tanta bronca le había tomado durante estos últimos días, después de todo lo que pasó. Comprendí que todo lo que había pasado había sido obra de esa magnífica mano izquierda, y que no me había dejado sola, sino que muy por el contrario, había sido El quien había estado a mi lado durante todo este tiempo, sosteniéndome para que no me rindiera. Y comprendí también que no sólo El había estado a mi lado, sino que también tuvo el detallazo de rodearme de ángeles humanos, esos seres que sirven como transmisores de los pensamientos y los mensajes de los Angeles, y que con un beso y un abrazo te curan el alma.

Lo que pasó anoche, ese corte de luz, fue el corte de energía mejor programado en la Historia. En esa oscuridad tan densa, pude ver tantas cosas con tanta claridad... tantas cosas que había dejado de ver a la luz de lo humano, y que sólo se ven bajo el faro innegable de la Luz Divina, ese faro que encandila y a la vez te aclara la vista, que te guía mejor que ningún otro hacia puerto seguro y que no se apaga nunca, porque la fuente de su Luz es inagotable, es eterna y es indestructible.

Después de los eventos de anoche volví a respirar, volví a tener todo eso que había dado por perdido. Tengo energías nuevas para enfrentar lo que quede por venir y para retomar el Camino de mi Fe. Volvió la inspiración, volvieron las ganas de seguir adelante con los proyectos que tengo, para la parroquia y para mi vida...

Quería compartir esto porque a lo mejor ese texto que a mí me cambió la cabeza anoche, le pueda servir a alguien más que quizás también esté pasando por algo similar, por un proceso de falta de Fe, por un enojo grave, por una situación complicada y no entienda por qué pasa lo que pasa... si bien lo que escribió Cué no es una respuesta absoluta, puede servir como para empezar a desenredar el ovillo y llegar a una verdad más profunda.

Si llegaron hasta acá, gracias por leer... y a los Angeles Humanos que estuvieron conmigo y no me permitieron dejar de creer, gracias mil por aguantarme y por quedarse a mi lado.

Ahí se ven...!

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