domingo, 27 de julio de 2008

25.07.08, 21.00 hs., Av. España 2230, Le Grand Chapiteau

Las coordenadas marcan el lugar en el tiempo y en el espacio de uno de los eventos más espectaculares que presencié en mi vida. Apoteósico, fantástico, maravilloso, impresionante, incomparable, inolvidable, sensacional, indescriptible, y podría seguir así el resto del día hasta lograr dar con la palabra o el conjunto de, que logre describir con precisión absoluta al Cirque Du Soleil. Lo que presenciamos esa noche superó por lejos nuestras expectativas. Por dos horas y media volvimos a reírnos como infantes de dos payasos que discutían efusivamente sobre quién tenía el mejor avioncito de papel, nos emocionamos con un payaso triste que nos hizo sentir su soledad y su nostalgia como si fueran nuestras, estuvimos al borde del suspenso más intenso con los equilibristas y los acróbatas que desafiaban la gravedad y el peligro en cada maniobra, nos soprendimos de la capacidad de esa perfecta pieza de ingeniería que es el cuerpo humano, con la habilidad supernatural de los contorsionistas, y quedamos al borde del éxtasis auditivo más profundo y placentero con los músicos del Cirque, que ejecutaron cada una de las piezas como si fuera la última vez que iban a tocarlas en sus vidas...


La escenografía parece un poco chica cuando uno la ve por primera vez,
y no puede evitar sentirse ligeramente desilusionado, pero a medida que avanza el espectáculo uno se da cuenta de que ese escenario por donde van a pasar los mejores artistas del mundo no tiene ni un milímetro de más ni de menos, y que todo fue planeado con precisión quirúrgica. Todo está sincronizado cual reloj suizo, las piezas encajan perfectamente y nada está de más. El espectáculo comenzó puntualmente, con una previa a cargo del Maestro de Ceremonias y la banda que desfiló entre la audiencia de las primeras filas, y segundos después, algunos de los artistas comienzan a subir al escenario y le dan la bienvenida al público, para dar inicio oficialmente a la función que duró dos horas y media que se sintieron como quince minutos o menos.

La carpa, en concordancia con el tamaño de la pista, tiene el tamaño exacto como para disfrutar del espectáculo desde cualquier ubicación sin perder detalle de nada de lo que ocurre en ninguno de sus niveles. Hasta las ubicaciones más distantes del centro del espectáculo tienen una vista muy buena de la escena.

Fuera de la carpa principal hay una carpa donde se encuentra ubicada la boutique del Cirque, donde uno puede encontrarse con artículos de todo tipo y color que uno se puede llevar de souvenir. Los artículos varían (en tamaño y precio), desde posters a $15, hasta antifaces hechos a mano por los mismos vestuaristas del Cirque a $180. Yo no pude evitar caer en la tentación y me llevé un programa de Alegría y el CD de la banda de sonido. Tuve la intención de llevarme también una taza con la foto de la Cantante Blanca (que no es Francesca Gagnon en esta ocasión, sino la francesa Nancy Arnaud, que sin igualar a su predecesora, igualmente supo estar a la altura de las circunstancias, con un color y un timbre de voz que sorprenden por el parecido a los de Gagnon), pero no llegué a tiempo y se agotaron segundos después de terminada la función.

La Carpa (el Big Top) es una construcción monumental que llama la atención de todo aquel que pase por el lugar. Iluminada en los extremos superiores por varias luces blancas que se reflejan en las lonas, también blancas, el Big Top pareciera ser un mundo aparte, un planeta dentro de este planeta, donde se construye una realidad paralela, una realidad de ilusiones, de sueños, de fantasías, de tiempos y sensaciones que vuelven, de relojes detenidos en un momento único, un mundo que no tiene nada que ver con este en el que vivimos... entrar dentro de esa carpa automáticamente implica olvidarse de todo y dejar afuera al adulto, y lo que entra con nosotros es el niño, aquel que se ilusiona, que no se avergüenza de llorar, de reírse hasta el dolor de panza, de saltar de alegría (no quise hacer un chiste fácil) y de abrir los ojos como dos soles ante el asombro.

En fin... hay tanto más que se podría decir... pero la verdad, es que hay que vivirlo en carne propia para saber de qué estoy hablando. Mi intento por describir lo que vivimos esa noche se queda corto ante mi vocabulario limitado y la falta de palabras que puedan retratar lo que experimentamos.

Si puedo, subo las poquitas fotos que pude sacar de la carpa, pero eso quedará para otra entrega.



Ahí se ven... y... ALEGRIA!!!

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